¿Qué piensa la sociedad sobre el futuro?
Cómo adaptarnos para seguir viviendo bien
En 2040, el concepto de bienestar será radicalmente distinto al que conocemos hoy. No bastará con hábitos saludables, estabilidad financiera o acceso a tecnología. El bienestar extendido, esa visión holística que integra salud, seguridad, vínculos y propósito, estará condicionado por un factor ineludible: el clima.
El planeta que habitamos cambia más rápido que nunca, y con él, las condiciones que sostienen nuestra calidad de vida. ¿Qué significa “estar bien” cuando el entorno físico deja de ser estable? ¿Cómo podemos anticipar y adaptarnos para garantizar bienestar en todas las etapas vitales?
El bienestar bajo presión climática
El cambio climático no es un escenario futuro: es una realidad que ya impacta nuestra vida diaria. Las cifras son contundentes. Según estudios recientes, los niños nacidos en2020 vivirán 6,8 veces más olas de calor y 2,8 veces más inundaciones que sus abuelos.
A lo largo de su vida, también sufrirán 2,6 veces más sequías y el doble de incendios forestales. Estos fenómenos no son aislados: en 2024, 242 millones de niños y adolescentes vieron interrumpida su educación por eventos climáticos extremos en 85 países.
El bienestar, entendido como estabilidad y seguridad, se ve amenazado en múltiples dimensiones:
· Salud física y mental: las olas de calor ya provocan más de 175.000 muertes anuales en Europa, mientras la ecoansiedad se dispara (+4.590% en búsquedas globales entre 2018 y 2023).
· Educación y desarrollo: colegios cerrados por inundaciones, clases a más de 35 °C sin infraestructuras adaptadas.
· Seguridad y vivienda: millones de desplazamientos internos por desastres naturales (43,1millones de niños entre 2016 y 2021, según UNICEF).
En este contexto, el bienestar deja de ser un estado estático para convertirse en una práctica dinámica de adaptación.
Infancia y adolescencia: generaciones nativas de la crisis climática
La infancia, tradicionalmente asociada al juego y la exploración, se redefine bajo la sombra del cambio climático. Los niños que nacen hoy crecerán en un mundo donde los desastres naturales son parte cotidiana.
Fenómenos como olas de calor extremas, sequías prolongadas o inundaciones recurrentes alterarán rutinas básicas: jugar al aire libre, asistir a clase, alimentarse de manera estable.
Esta realidad no solo afecta la salud física, sino también la emocional. La ecoansiedad infantil y juvenil emerge como un desafío global, reflejando el temor ante un futuro incierto.
Paralelamente, la adaptación se convierte en norma: refugios climáticos en ciudades, colegios climatizados, protocolos para reducir actividades al aire libre.
Con cada vez más personas viviendo en ciudades, garantizar que la infancia pueda seguir desarrollando sus actividades frente a temperaturas extremas es una prioridad. Por ello, invertir en infraestructuras resilientes y educación climática desde edades tempranas será clave para sostener el bienestar infantil en las próximas décadas.
Bienestar adulto y sénior: resiliencia y adaptación
En la adultez, el bienestar se enfrenta a nuevas tensiones: pobreza energética, fragilidad de infraestructuras y necesidad de reconversión laboral hacia sectores sostenibles.
Las olas de calor y los apagones no solo afectan la comodidad, sino también la productividad y la salud. La resiliencia económica y profesional se convierte en un componente esencial del bienestar extendido.
Para las personas mayores, la vulnerabilidad es aún mayor. Las olas de calor extremas incrementan el riesgo de mortalidad y aislamiento social. Adaptar viviendas, garantizar acceso a energía limpia y crear espacios urbanos seguros no son lujos, sino condiciones básicas para preservar la calidad de vida en la etapa sénior.
Claves para sostener el bienestar en 2040
¿Cómo podemos garantizar bienestar en un mundo climáticamente inestable? Desde la lente de energía y medioambiente, proponemos cinco líneas de acción:
1. Adaptar infraestructuras críticas
Escuelas, hospitales y viviendas deben diseñarse para resistir temperaturas extremas, inundaciones y cortes energéticos. La resiliencia urbana será un indicador clave de bienestar.
2. Modelación física y datos climáticos
Anticipar riesgos mediante simulaciones avanzadas y datos de alta resolución permitirá planificar con precisión y reducir impactos. La inteligencia climática será tan esencial como la medicina preventiva.
3. Democratizar la transición energética
Garantizar acceso universal a energías limpias y asequibles es vital para evitar que la pobreza energética erosione el bienestar, especialmente en hogares vulnerables.
4. Integrar la educación climática
Preparar a las nuevas generaciones para vivir en entornos cambiantes, fomentando habilidades de adaptación y conciencia ambiental desde la infancia.
5. Promover políticas de bienestar resiliente
Desde seguros que recompensen acciones regenerativas hasta incentivos para la adaptación comunitaria, el bienestar debe ser colectivo y proyectivo.
En este contexto, las aseguradoras tienen un papel clave en la construcción del bienestar extendido. Comprender y cuantificar adecuadamente los riesgos climáticos no es solo una cuestión técnica, sino una responsabilidad estratégica para anticipar escenarios y ofrecer soluciones adaptables en cada etapa vital.
Invertir en modelos que integren datos climáticos y análisis de prospectiva estratégica permitirá diseñar productos que protejan a las familias frente a fenómenos extremos y reduzcan la vulnerabilidad social. La pregunta no es si debemos actuar, sino cómo podemos hacerlo de manera que el bienestar proyectivo se convierta en una realidad.
Conclusión
El bienestar extendido en 2040 dependerá de nuestra capacidad para anticipar y adaptarnos a un entorno climático cada vez más incierto. No se trata solo de proteger infraestructuras, sino de integrar la resiliencia en la educación, la salud y los espacios urbanos desde hoy.
Las decisiones que tomemos en esta década definirán si las próximas generaciones podrán crecer, aprender y vivir en condiciones que consideremos deseables. Diseñar futuros habitables no es una aspiración: es una responsabilidad compartida.






